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Recuperar la verdadera dimensión del alma en lo cotidiano es una necesidad de la humanidad. El TERAPEUTA es un servidor, aquel que deja de pensar en sí mismo para dar su vida a la humanidad y ayudar a fomentar en ellos la conciencia.

LOS SÍNTOMAS son afectos sofocados, son signos de nuestra verdadera necesidad evolutiva, son muestras de aquello que no se vivió, son signos de oportunidades de vivir que se dejaron pasar, signos de limitaciones en el verdadero camino evolutivo. La vida es aceptar lo que pasa y vivirlo intensamente. “El cuerpo grita lo que la emoción calla”.

El sufrimiento es la negativa a vivir lo que es, a sentir lo que estoy sintiendo. No hay maneras de no sentir emoción, así como no se puede no comunicar.

Hay dos puntos esenciales que el terapeuta siempre debe tener en cuenta al ayudar a un paciente. El primero es alentarlo en su individualidad, y el segundo enseñarle a mirar hacia delante.

Una vez que somos realmente nuestra propia y verdadera individualidad, nuestra propia personalidad, cuando hemos aprendido: "Para tu propio bien, sé tu mismo", la enfermedad no puede infiltrarse en nosotros. Una vez que el alma, la mente y el cuerpo están en armonía, la enfermedad ya es pasado.

El terapeuta debería reconocer en el enfermo que su enfermedad se debe a la pérdida de la expresión espiritual como consecuencia de que los pensamientos y las influencias del entorno limitan su misión Divina.

Nunca les dejemos ni por un momento que piensen en el pasado; éste terminó y está cerrado, y sean cuáles sean las faltas, los errores, los deslices, deben olvidarse y desterrarlos de la mente, ya que el pasado enseñará su lección, y ésta quedará grabada con suficiente profundidad sin necesidad de recordarla. Es la mirada hacia adelante, el vislumbre de lo superior, lo que les estimulará, los animará y les traerá la esperanza en su lucha por recuperarse.

El paciente del mañana deberá entender que él, y solamente él, puede lograr el alivio de su sufrimiento, poner de su parte aunque reciba el consejo de otros y al encontrar la falla o el defecto desarrollar la virtud opuesta.

 

 

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